Los videojuegos destacan como principal forma de entretenimiento gracias a la interacción que ofrecen al jugador. En lugar de recibir pasivamente la información leyendo un libro o viendo una película, los videojuegos entregan la batuta al jugador para que este tome el control total de la acción. Este hecho resulta tan inmersivo que resulta mucho más sencillo absorber información y aprender habilidades nuevas, aunque este no sea el objetivo principal de la sesión de juego.
Como veremos a continuación con Windfolk: El cielo es solo el principio, también es posible aprender o mejorar varias habilidades que te ayudarán en el día a día, incluso fuera de los videojuegos.
En primer lugar destacaríamos una de las habilidades más recurrentes en los videojuegos, ya que debido a su utilidad, es muy fácil aplicarla a casi cualquier aspecto de la vida: la solución de problemas. Ya sea al intentar encontrar la forma de derrotar a un jefe final, cómo solucionar un puzle o simplemente averiguar la manera más rápida y eficiente de acabar con un grupo de
enemigos, Windfolk ofrece una serie de mecánicas y herramientas para superar todos los obstáculos que se encuentran en el juego. Depende del jugador encontrar la solución a estos problemas, y se trata de un ejercicio que ha de estar realizando constantemente mientras juega, con dificultad creciente a medida que avanza en el juego.
Es cierto que esta habilidad se puede desarrollar en muchos otros juegos, pero el caso de Windfolk supone en muchas
ocasiones un reto único al estar constantemente volando, lo que añade una dimensión de movimiento adicional a la fórmula habitual.
En segundo lugar, destacaríamos la coordinación visual y la rapidez de reacción. Al contrario que la solución de problemas, que se nota más la primera vez que jugamos, la mejora en este campo ocurre cuanto más jugamos al juego y repetimos las mismas secuencias.
Añadiendo un elemento de gamificación que mida nuestra progresión y nos recompense adecuadamente, repetir una misma tarea hasta dominarla por completo se convierte en algo divertido y desafiante. El ejemplo perfecto lo encontramos en las carreras aéreas del modo arcade de Windfolk, que requieren de un cierto nivel de precisión y habilidad para completarse con la
mejor puntuación posible.
Dejando de lado el campo más técnico, nos adentramos en los aspectos psicológicos que están relacionados con la inmersión del jugador en la trama del juego, empezando por el estrés en situaciones de presión. En varios momentos del modo Campaña la misión coloca al jugador en una situación difícil en la que es necesario actuar de forma decisiva y con la presión adicional
de tener un tiempo limitado o incluso una cuenta atrás, como en el caso de la persecución a la nave y la huida de la cueva mientras se derrumba. Todos estos factores contribuyen a generar presión en el jugador, y este depende de si mismo para salir airoso de la situación. Al no existir una penalización severa por fallar, el jugador puede reintentar la misión hasta conseguir
superarla con éxito, consiguiendo de esta forma entrenar unos de los aspectos más difíciles de reproducir en un ambiente seguro.
Por último, y aunque no se trate de algo exclusivo a Windfolk, uno siempre puede aprovechar para mejorar en otro de los aspectos más importantes de la vida moderna, el inglés. Gracias a los subtítulos y a la capacidad para repetir de nuevo cualquier nivel, así como de cambiar de forma instantánea entre el inglés y el castellano, resulta muy sencillo entender en todo el momento el significado de cada frase, así como la forma correcta de pronunciarla. El inglés utilizado no es para nada complejo, con lo que un nivel intermedio es más que suficiente para comprender todo lo que ocurre. El diario de Esen también es una gran oportunidad para practicar la comprensión lectora, ya que cuenta con un tono distinto al de las conversaciones
de la trama principal.
En definitiva, muchas veces sentarse a jugar a un videojuego supone una nueva oportunidad para aprender y mejorar tanto con habilidades dentro del juego como fuera del mismo. Muchas veces esto ocurre incluso de forma inconsciente y pasiva, sin necesidad de realizar nada especial por nuestra parte, simplemente jugar y sumergirte en la experiencia. El cielo, al fin y al cabo, es solo el principio.
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