Frictional Games indaga en los grandes temas que hay detrás de su próximo juego de terror.
Thomas Grip, de Frictional Games.
SOMA, nuestro próximo juego de ciencia ficción y terror, se adentra en los misterios de temas como la identidad y la consciencia. En esta entrada me gustaría hablar de las inspiraciones del mundo real que le han dado forma al juego.
La cuestión de las otras mentes
Relájate y concéntrate por un momento en lo que es ser tú. Puedes oír sonidos, ver cosas, sentir, etcétera. También tienes ciertas respuestas emocionales que están conectadas y percibes el mundo que te rodea de un modo determinado. Todas estas cosas constituyen la esencia de lo que eres.
Sabes con certeza que estas sensaciones existen para ti, ¿pero cómo puedes estar seguro de que los otros las experimentan? Estas emociones son puramente subjetivas y no tienen ninguna base física, así que no hay manera de mirar dentro de una persona para comprobarlo. Al fin y al cabo, existe la posibilidad de que, aunque alguien actúe como si tuviera consciencia, eso sea el resultado de algo totalmente mecánico, sin sensaciones subjetivas implicadas.
Para la mayoría de la gente, la solución es muy simple. Nuestro aspecto y forma de actuar son lo bastante parecidos como para asumir que todos tenemos experiencias subjetivas parecidas. No podemos estar seguros al cien por cien, pero sí bastante. Aun así, hay ocasiones en que la cosa se complica.
Por ejemplo, ha habido casos de pacientes en coma que al final han resultado estar conscientes durante años, pero sin forma de contactar con el mundo exterior.
Y la cosa se complica más cuando entramos en el mundo de los robots. ¿Si un robot actúa como si fuera una persona consciente, lo debemos considerar humano? ¿Hay ciertas características necesarias para ser realmente consciente? Y si descubriéramos que una máquina es consciente, ¿deberíamos darle los mismos derechos que tenemos nosotros? Estas preguntas y otras muchas por el estilo son lo que te vas a encontrar en SOMA.
El curioso caso de la anosognosia
De nuevo, concéntrate un poco en ti mismo. Mira tu cuerpo, mueve las extremidades y siente tu piel. Estás bastante seguro de que ahora tienes una imagen precisa de quién eres, ¿verdad? En realidad, ni siquiera tienes que mirarte o tocarte para saber que estás ahí. Puedes limitarte a cerrar los ojos, ya que sabes que todo tú estás ahí. Esta capacidad para conocer nuestro propio cuerpo es natural y parece lo más obvio del mundo.
Pues bienvenidos al extraño mundo de la anosognosia. Hay personas que, después de sufrir un derrame cerebral, pierden la fuerza en uno de los brazos y no pueden moverlo. Pero lo más raro es que niegan que esto les haya ocurrido. Si un doctor les pregunta si pueden mover su brazo “muerto”, responderán que sí y harán como si acabaran de moverlo, aunque la extremidad se haya quedado quieta.
Si se les sigue presionando, comenzarán a inventar excusas, como que no les apetece, ¡o incluso negarán que ese sea su brazo! Pero aunque nieguen su lesión, sus capacidades cognitivas y su consciencia están en perfecto estado.
¿Recuerdas lo obvio que te parecía la idea de saberlo todo sobre tu propio cuerpo? Ahora ten en cuenta que, para esta gente, es obvio que tienen dos brazos que funcionan sin problemas. Y lo que da más miedo es que, si intentas presionarlos, empezarán a sacarse de la manga todas esas explicaciones extravagantes.
cierto modo, es como si entráramos en un territorio en disputa entre lo espiritual y lo físico. Los daños cerebrales derrumban nuestra parte humana y dejan al descubierto la maquinaria que hay debajo. Pues este mundo tan inquietante es donde tiene lugar SOMA.
Los peligros de que la inteligencia artificial tome el control
La IA es cada vez más poderosa y pronto nos enfrentaremos con un buen problema: ¿cómo podemos estar seguros de que se comporta como queremos? ¿Cómo se programa un sistema para que entienda y considere los valores humanos?
Normalmente, cuando hablamos de IA, nos imaginamos algo como HAL, una máquina que habla y entiende los deseos humanos. Pero no hace falta ir tan lejos.
Imagina un coche que se conduce a sí mismo y lleva un pasajero. Entonces, se acerca a una situación en la que calcula que tiene dos opciones. Uno: puede hacer una maniobra para esquivar el peligro y salvarle la vida al pasajero. O dos: puede lanzarse desde un puente, lo que mataría al pasajero, pero salvaría la vida de las cuatro personas que van en el coche de delante.
Si programamos la IA para salvar tantas vidas como pueda, hacemos que el coche pueda matar a su propio pasajero. Si hacemos lo contrario, decirle que proteja las vidas humanas que lleva a toda costa, el coche podría atropellar peatones con tal de salvar a los pasajeros.
Es muy complicado hacer que las máquinas hagan lo que queremos, y este problema se vuelve más difícil a medida que son más inteligentes y complejas. Nos gusta pensar que hay conceptos fundamentales como el valor de la vida, pero eso no tiene por qué ser aplicable a una IA.
Por ejemplo, hay un famoso experimento que imagina qué pasaría si hubiera una IA que valorara los clips más que nada y acabara convirtiendo todo el planeta en clips. Nos puede parecer extravagante, pero para una IA, incluso si fuera extremadamente inteligente, todo lo que nos parece sagrado no significaría nada. Esto es otro tema que se aborda en SOMA.
Espero que eso te dé una idea sobre la temática de SOMA y te prepare un poco para el extraño mundo en el que te adentrarás cuando salga a la venta para PS4 el 22 de septiembre.
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