Complicado y a la vez gratificante, el famoso juego de samuráis de Team Ninja es todo un referente dentro de su género.
Creo que nunca me había alegrado tanto de derrotar a un jefe como cuando asesté el golpe de gracia al monstruoso e infernal enenra de Nioh 2. Tras levantarme de un salto para celebrar la victoria, me di cuenta de que había agotado dos largas horas y todos los preciados elixires de mi inventario, además de haber estado a punto de perder los nervios en más de una ocasión. Pero todo compensaba aquella emoción, júbilo y… alivio tras el combate. ¡Ya te digo si lo compensaba!
Cabe decir que el enenra no es un jefe final del juego. De hecho, aparece bien al principio de esta nueva secuela de Team Ninja. Esta bestia sirve de primera prueba real para los jugadores del que podríamos decir es uno de los juegos más difíciles del año. El enenra te atacará ferozmente y podrá reducirte a cenizas antes de que puedas pestañear siquiera. Pero el ansia por esquivar sus ataques de torbellino, asestarle el golpe definitivo y ver finalmente el mensaje de «Misión completada» es lo que motiva a no querer tirar la toalla en combate.
Por suerte, las descargas de adrenalina en Nioh 2 son algo recurrente en el juego.
Otros títulos de este género se centran especialmente en los combates contra los jefes, donde deberemos demostrar nuestro talento. A diferencia de ellos, en Nioh 2 importa tanto el recorrido hasta el final del nivel como el combate contra quien aguarda allí.
Cada asombrosa fase, desde impresionantes pasos de montaña hasta imponentes castillos o cuevas repletas de abominables arañas y nureonnas viperinas, pondrán al límite nuestras dotes de supervivencia contra un sinfín de tipos de enemigos. Deberemos hacer frente a sus afiladas espadas, sus temibles espíritus, sus potentes inmolaciones e incluso sus bolas de excrementos que nos lanzarán con tal de pararnos los pies. Cada uno de los Yokai y samuráis a los que tuve que enfrentarme fueron tan peligrosos como el jefe final, con lo cual la tensión y el miedo se mantuvieron constantes. La adrenalina no decayó en ningún momento, incluso en combates sencillos contra un rival de nivel inferior.
Pero no siempre me hice con la victoria… Todos hemos visto esas pelis en las que el aprendiz de guerrero se refugia en las montañas para entrenarse, cargando pesados cubos de agua por largas escalinatas y preparándose para la inevitable lucha final contra su archienemigo. Cada vida que perdí en Nioh 2 (y la verdad es que fueron unas cuantas) contribuyó gota a gota a colmar mis propios cubos de agua y me ayudó a dominar las habilidades que necesitaba para afrontar los siguientes desafíos. Y fue algo que disfruté en todo momento.
Una de las mejores cosas de Nioh 2 es que no muestra reparos en experimentar con las mecánicas que brindaron éxito a su anterior entrega. El juego mantiene el mismo sistema de posturas, pero las nuevas habilidades Yokai (unidas a los increíbles y vistosos contragolpes especiales y a los impresionantes ataques demoniacos personalizables) pusieron en entredicho mi rol como veterano de la anterior entrega, hasta el punto de hacerme sentir como si jugara por primera vez. Pero la senda hasta el nivel 100 y más allá, en la que fui poniendo a punto mis habilidades y pude contar con la inestimable ayuda de otros jugadores en combate, ha sido de lo más divertida, así que Nioh 2 se merecía un hueco en nuestra sección de favoritos.
Si ya me pasé horas y horas jugando a la entrega anterior, intuyo que su secuela no va a ser menos. Puede que ya haya completado la historia principal, pero aún me quedan por delante muchas misiones trepidantes del ocaso y nuevos cazayokai a los que unirme en combate.
Así que, ¿por qué no ofrendas una copa Ochoko en un santuario e igual nos encontramos en el campo de batalla?
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