Tras probar la demo en la feria, hemos comprendido qué lo hace tan especial. Descúbrelo con nosotros.
Cada cierto tiempo aparece un título de esos que consigue traspasar la barrera de la pura diversión para transmitirnos una serie de sensaciones y emociones que van más allá de lo que el mundo de los videojuegos acostumbra. Es por eso que en la mente de muchos aficionados, estas obras quedan encuadradas en una categoría aparte en la que los recuerdos son más intensos y la sensación de no ser la misma persona antes que después de jugar se hace patente. Algunos hablan de arte, otros de obras de culto, pero el caso es que la nomenclatura no es lo importante, sino la satisfacción de haber experimentado algo diferente que te ha influido positivamente. Y eso es lo que hemos vivido tras probar la demo de The Last Guardian exclusiva para medios en Barcelona Games World.
Unos personajes muy vivos
Los anteriores juegos del Team Ico estaban hechos de otra pasta en lo que a control y animación de personajes se refiere, de hecho un servidor sigue afirmando diez años después no haber manejado nunca un caballo tan realista como el de Shadow of the Colossus. The Last Guardian sigue esta estela y va un paso más allá hasta tal punto que miedo da solo pensar cuántos miembros del equipo se puedan haber dedicado conjuntamente a animar a Trico.
Nuestro inseparable compañero rezuma vida por los cuatro costados. De él impresiona todo: cómo se mueve, cómo ruge, cómo se para a juguetear con los objetos que encuentra durante su recorrido… nunca se había visto un ser vivo recreado a estos niveles en un videojuego, ya que hasta cada pluma aparenta ser un personaje en sí mismo. Y lo mejor no es solo nuestra interacción con él, sino que esa interacción es básica para avanzar en nuestra aventura.
Mención aparte también merece el niño protagonista que, al igual que sus predecesores, se mueve de un modo muy diferente a lo que estamos acostumbrados. Que The Last Guardian es una obra diferente se infiere tan solo al ver que el triángulo es el botón empleado para saltar (algo casi desafiante para los estándares actuales), pero se observa perfectamente al ver al niño correr falto de equilibrio, tropezar, chocar e incluso quedarse medio cojo tras una caída. Pudiera parecer que todo esto son adornos visuales para hacer el juego más atractivo, pero lo cierto es que todos esos detalles son los que te hacen sentir el terreno y, por extensión, la aventura, de un modo más cercano.
Puzles sobre puzles
The Last Guardian es un juego de puzles y plataformas que, por lo que vimos en la demo, no trata de ser rompedor en su planteamiento. Por lo general, todo gira en torno a avanzar e ingeniárselas para que los dos protagonistas (que son de tamaños muy dispares, no lo olvidemos) puedan alcanzar juntos las siguientes zonas. Para ello, y aquí radica la originalidad de la obra de Fumito Ueda, la cooperación es clave conseguirlo. Y sí, sé que esto ya se vio en Ico. La diferencia es que en aquel primer juego ambos personajes tenían características similares, y aquí hablamos de algo completamente distinto. Habrá momentos en que el camino se corte y no haya más solución que trepar sobre Trico al igual que hacíamos en Shadow of the Colossus para ponernos sobre su lomo y qué él nos lleve de un salto a las estancias superiores. Nuestro plumífero amigo será en ocasiones una parte más del puzle, y es en esos momentos donde apreciaremos la grandeza de The Last Guardian; una grandeza que va más allá de su belleza o de su emotividad.
Tal y como reza el título de este artículo, The Last Guardian nos ha dejado fascinados. Es tanto lo nuevo que ofrece bajo unas mecánicas ya familiares para nosotros que el juego navega entre dos aguas por las sendas de la jugabilidad clásica y de los conceptos más actuales que la potencia de PS4 permite. Lo que nos espera a partir del 7 de diciembre es verdaderamente emocionante.
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