Basándonos en nuestra experiencia, Dark Souls II demuestra que será incluso más difícil y desafíante que su famoso predecesor. Esto en seguida lo ves cuando el primer enemigo que te aparece, un monstruo con aspecto de ogro, te levanta por el aire y te devora como si fueras una gominola. Mueres pataleando y chillando.
Después de volver a la vida, optamos por mantenernos alejados de este bruto hasta encontrar un arma lo suficientemente buena como para seguir adelante. Pero por desgracia unos momentos después te encuentras agobiado por una multitud de pequeños perros mordedores. Más adelante, haces frente a un grupo de caballeros no-muertos inmensos, cada uno de los cuales con el poder suficiente para partirte en dos con la hoja de su espada.
Después de morir repetidamente, finalmente opté por pasar en zig-zag a través de estos terribles caballeros y atravesar una puerta cercana. Pero … también fue un error: aquí, colocado de forma precaria en una estrecha plataforma, tienes que hacer frente a un jefe enorme que hace uso de una alabarda con una impresionante precisión. Sí, muerto otra vez…
Aunque Dark Souls II no pierde el tiempo lanzando al jugador a la piscina, la esencia de su jugabilidad somete al usuario a muchos ‘trucos’ sutiles que contribuyen a llevar más allá su nivel de dificultad. Un ejemplo es la barra de vida, que encoje ligeramente cada vez que mueres.
Esto significa que constantemente vas creciendo de forma más débil con cada error de cálculo, a menos que utilices uno de tus preciosas Efigies humanas (que reemplazan la Humanidad de Dark Souls) para restaurar tu forma humana al completo. Y la restauración de la salud Estus Flasks, tan imprescindible para sobrevivir en Dark Souls, por lo que se ha visto hasta ahora parece que cede en favor de los cristales de vida, una forma de curación lenta y un artículo consumible que no queda restaurado cada vez que descansas al lado de una fogata.
Pero también me he dado cuenta de que hay una serie de circunstancias que hacen que Dark Souls II sea una experiencia más elegante y fácil de manejar que su predecesora. Ahora es considerablemente más sencillo navegar por la interfaz del usuario, haciendo que el cambio de armas y el manejo del inventario sea rápido en comparación con las abrumadoras líneas de texto que aparecía en Dark Souls. Saltar (Jumping), una conocida maniobra de Dark Souls, ahora queda atada a L3 en un pequeño pero crucial movimiento que hará que se les salten las lágrimas de regocijo a los jugadores más veteranos en esto de las batallas. Y puede que lo mejor de todo es que ahora se puede viajar más rápido entre las diferentes fogatas desde el principio del juego, haciendo que sean mucho más cortos los momentos que tengas que repetir del juego.
La última vez que probé Dark Souls II, el número de clases de personajes había bajado de diez a ocho. Han desaparecido las conocidas clases del Pyromancer, Thief, Hunter y Wanderer, y quedan reemplazadas por grupos más concretos y especializados de perfiles. Los más novatos puede que quieran probar la nueva clase de Explorer, un personaje que comienza la partida con artículos y un equipamiento particularmente buenos. Los jugadores más experimentados podrán defenderse con el Swordsman, que es capaz de luchar con un arma en cada mano.
Una cosa que no ha cambiado es la agobiante y característica atmósfera del juego. La estelar secuencia cinemática que inaugura Dark Souls II está adornada con imágenes perturbadoras: un árbol muerto con un enjambre de luciérnagas, un reino en ruinas desde tiempo inmemoriable y un aquelarre de místicos. Tú, como un hombre hueco, estás condenado a alimentarte de las almas de los vivos. Pero eso ya lo sabías ¿verdad?
Aunque aún no hemos visto muco de Dark Souls II, la verdad es que no podemos quitárnoslo de la cabeza. La próxima semana traeremos más impresiones sobre este juego, así que permanece atento.
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